El contundente éxito de la serie documental “50 segundos: El caso Fernando Báez Sosa”, que volvió a sacudir a la audiencia con la reconstrucción del crimen ocurrido en enero de 2020, reabrió también el interés por las vidas de quienes rodearon al joven asesinado en Villa Gesell. Entre ellos, una figura que siempre eligió el perfil más bajo: Julieta Rossi, su novia, quien atravesó un profundo proceso de duelo y hoy enfrenta un presente completamente distinto al que imaginaba cinco años atrás.
Mientras el documental escala en reproducciones a nivel internacional, la atención sobre Julieta vuelve a ponerse en foco. Sin embargo, lejos de la exposición mediática, la joven de 23 años forjó silenciosamente una carrera propia, lejos de las cámaras y de los tribunales. Tras el crimen, abandonó su proyecto original de estudiar Derecho —un plan que compartía con Fernando— y decidió dedicarse de lleno a su verdadera pasión: la danza.
Hoy, Julieta es bailarina profesional y profesora, especializada en ritmos urbanos, heels, reggaetón y “femme style”. Da clases en reconocidos estudios de Buenos Aires y trabaja en videoclips y presentaciones en vivo junto a artistas como Ecko, Connie Isla, Marty D, Aitana, Yas Gagliardi y Flor Vigna. Además, se formó en el prestigioso Millennium Dance Complex de Los Ángeles, uno de los centros de entrenamiento más influyentes del mundo.
En redes sociales, su crecimiento ha sido exponencial: supera los 378 mil seguidores en Instagram, donde sus coreografías alcanzan millones de reproducciones. Su estética, disciplina y evolución profesional la convirtieron en una figura ascendente de la escena urbana local.
View this post on Instagram
Pero su recorrido no estuvo libre de sombras. Tras el asesinato de Fernando, Julieta pasó más de un año prácticamente recluida, según su entorno. Requirió apoyo psicológico y tratamiento para superar episodios de estrés postraumático. Evitó las apariciones públicas, rechazó participar del juicio y tampoco formó parte de la serie de Netflix, priorizando preservar su estabilidad emocional.
Julieta también decidió ocultar de sus redes todas las publicaciones más íntimas sobre Fernando, aunque en una de sus últimas dedicatorias públicas escribió una frase que todavía sus seguidores recuerdan: “Mis cartas de amor van al cielo… es donde te miro para encontrarte”.
Mientras la serie vuelve a instalar el caso en la conversación social, ella elige otra ruta: construir un futuro desde la resiliencia, el arte y el silencio. Y aunque su vida cambió para siempre, Julieta Rossi logró transformar el dolor en una nueva identidad: la de una artista que encontró, en el movimiento, un camino para seguir adelante.

